sábado, 22 de septiembre de 2012

INOLVIDABLE


Silencio. Silencio que grita las memorias que oyó de las paredes.
Olvido. Olvido que cuenta las predicciones de una baraja en abril.
Sueño. Sueño que sueña con un abrazo en libertad y con un sol rojo.
Café. Café negro como el mar de esa noche de verano.
Cigarrillo. Cigarrillo que se posaba en tus labios mientras oíamos a Benedetti.
Averno. Una noche cultural con tu mano entre la mía.
Inolvidable. Inolvidable tú.

sábado, 15 de septiembre de 2012

EL PRIMER CAFÉ





Viernes por la noche. Abril con fragancia a eternidad. Lima con neblina.



Ella intranquila, ordenando esa biblioteca por orden alfabético, desde Allende hasta Zaratrusta desde Marx hasta Wesphalen. Entre libro y libro le va echando una miradita al reloj, de pronto encuentra lo que busca: Amor en los tiempos del cólera, Gabriel García Márquez. Sonríe. Se pone el abrigo se sienta a esperar, a esperar la compañía en la soledad. Y es que esa tarde estaba sola, y al departamento parecía gustarle esa ausencia de sombras reflejándose en sus paredes, parecía danzar con los espacios vacíos a ritmo del tango del silencio que se dejaba escuchar a esas horas.

A Paula también le gustaba el silencio, sobretodo hoy. Cualquier ruido angustioso que acallara el silencio parecía ser timbre de la puerta. Cinco minutos para las 7, cogió lapicero y un papel y, escribió con letra corrida y un signo de exclamación mal usado: “Vuelvo en un par de horas, salí a una exposición de libros”. 7 en punto. Empezaba a impacientarse, no le gustaba la impuntualidad, ni las discotecas ni las aceitunas, pero menos la impuntualidad. “¿Se le habrá olvidado?”. 7 y 03: “Me han dejado plantada”. 7 y 04: Timbre de la puerta. Respiración aliviada, sonrisa delatora, suspiro para tratar de calmarse.
Paula Unchastegui caminó con sus tacones altos hasta la puerta, la abrió y al mismo tiempo sonrió, con la mirada y con los labios. Afuera, bajo la luz del farol antiguo estaba  un muchacho alto, con el cabello negro ensortijado y la mirada verde.

- Buenas noches compañero, le dije que no me gustaba esperar. – Quería parecer molesta.
- Compañera, disculpe usted, pero no contaba con no poder subir sin una llave, felizmente me abrió una vecina suya. – Totalmente despreocupado y serio.
- ¿Nos vamos? – Fría, indiferente, práctica.
El la contempló sin palabras y asintió con la cabeza. Bajaron las escaleras en total oscuridad porque el interruptor estaba en el primer piso y  Fabrizio había olvidado encenderlo.
Salieron del edificio sin ser vistos por nadie, ella por delante para evitar la incomoda situación de que él tenga que abrirle las puertas (eso es machismo, exclamaba). Él iba tras suyo perdido en sus pensamientos, confundido por la chica que iba delante de él. ¿Por qué la había invitado a salir? ¿Por qué estaba faltando a esa reunión importante con el buró del partido? ¿Por qué andaba por la calle al lado de una muchacha vestida como una burguesa? ¿Y porqué nada de esto le importaba?
-¿Gusta un café, compañera? -  Le preguntó para no hacerse más preguntas.
- Podríamos decir que después de la revolución, lo que más quiero es un café.
- Lo cual está muy mal porque lo que se debe querer después de la revolución es la defensa de la revolución.
-No, yo quiero un cappuccino doble con crema y canela – Ella lo dijo con una sonrisa maliciosa en los labios.
El miró a otro lado para esconder la sonrisa ladeada que, después de un tiempo sería lo que ella más recordaría de esa noche.
Sonreía la luna como cómplice muda y se reía el viento como silbante testigo, y el cielo negro, ese cielo que no se veía a causa de la neblina que cubría la ciudad, les abría sus puertas.
- ¿Hace cuanto está en Perú?
-  Hace como una semana y media
-  ¿Le gusta?
-  Bastante, es excelente cuando eres prófugo, le aseguro que en ninguna parte del globo podrá usted falsificar papeles con tamaña rapidez.
-  Es orgullo nacional, compañero: Nuestra gastronomía y nuestra piratería.
-  ¿Ha probado la gastronomía pirata, Ud. compañera?
-   ¿Te he es muy difícil tutearme Fabrizio? Si me sigues tratando de Ud. Sentiré que hablo con el próximo dirigente.
-   Es muy fácil tutearte Paula, tal vez por eso es que no lo hago y si, hablas con el próximo dirigente.
-  Entiendo, pero terminarás haciéndolo. ¿El nuevo dirigente? Era solo una broma compañero, acabas de llegar las cosas no son tan fáciles.
- Dame un par de semanas más, te puedo dar la secretaría de prensa si quieres.
- ¿Porque estoy saliendo contigo?
-  Si, y porque escribe bien, es buena maquillando verdades, hizo que la reunión clandestina de Andrea sonara como un encuentro de amigos lejanos.
-  Me sigues tratando de usted y sin permiso.
-  Y usted me tutea sin permiso, compañera.
-  Bueno, le hablaré de usted si así lo gusta compañero.
- No, no. Tiene permiso de tutearme, en realidad me gusta que las chicas me tuteen.
- Y justo por eso lo llamaré usted, ¿con cuantas de las compañeras ha salido ya, Fabrizio?
-   Solo con usted.
-  ¿Debo creerte?
-   Es mujer de fe.
-  ¿Cómo lo sabes?
-  Olvida rápido las cosas, volvió a tutearme. Y eso demuestra que cree fácil. ¿Es católica verdad?
-  Te equivocas, no lo soy.
-  ¿Alguna otra religión?
-   Soy una bruja.
-   Si, lo sabemos pero preguntaba por su religión.
-   Es que esa es mi religión, eres ateo, no lo entenderías.
-   Pruébeme.
-   Bueno, soy pagana. De la nueva era.
-  ¿Pagana? ¿Cómo en el comunismo primitivo?
-  ¡Exacto! Es por eso que mi búsqueda no es incompatible con la causa.
-  Nada puede ser incompatible con la causa, si algo lo es debe ser desterrado de nuestras vidas.
-  ¿El amor también?
-   El amor es una concepción burguesa, Lenin dijo una vez que…
-  “Que saben Lenin y Lincoln del amor?”
-   ¿Cómo?
- “El verdadero revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor” Ernesto Guevara.
-    El Che era un idealista empedernido.
-    Y sin embargo, ayer reconociste que era la cuarta espada.
-    Porque quería que saliese conmigo.
-    Wao! Como sea, terminaste diciendo la verdad.
-    No, la verdad es que yo soy la cuarta espada.
Paula soltó la carcajada.
-   Vale, vale. Eres la cuarta espada y yo soy Soledad Barret.
-   Me parece justo.
- Por cierto, traje algo para ti.  Es un libro muy bueno, su autor es un premio nobel y es latinoamericano, para que te empapes de nuestra cultura.
-   ¿Lo ha firmado?
-    No
-  Fírmelo. Le he traído un libro de Lenin, tómelo el mio si está firmado.
-  Gracias, en el café te firmo el libro.
-  Oh, es cierto el café!
- Conozco un lugar cerca, te va a encantar tiene una decoración andina y el café es genial. Pero es caro, te aviso que nada conmigo es fácil.
- No hay problema, el partido paga.
- ¿Y eso?
- El PCI me envía una mensualidad por 6 meses para poder establecerme.
-   Saldremos más seguido, entonces.
-   Depende, si me gusta su libro puede ser.
-   Y aunque no te guste, me volverás a invitar.
-   ¿Y tu dirás que si?
-    Si, porque acabas de tutearme.

Ahora es Fabrizio quien sonríe. No sabe si ha vencido o lo han vencido. Pero sabe que ese será uno de los cafés más recordados de toda su vida. No sabe como pero lo sabe. 

viernes, 14 de septiembre de 2012

DESEOS DE COSAS IMPOSIBLES

Quiero ver abril otra vez, quiero estar frente al mar mientras te veía con un café negro en la mano izquierda y un Malboro rojo en la mano derecha, quiero escucharte hablar de Hitler y dibujar un esbozo de sonrisa ante una cita mal citada de Lenin. Quiero que me vuelvas a firmar los libros y a dejarme un beso en la billetera.Quiero una foto tuya que no me duela, un recuerdo tuyo que no me asesine, quiero a Larcomar en nuestros pasos, quiero a Roncagliolo en nuestro sofá. Quiero, quiero... quiero lo que no puedo tener.